La
carta del pequeño Hamid
Hace
tiempo me dijeron que al menos una vez en la vida todo el universo,
con todas sus estrellas, se confabula para que algo muy especial nos
ocurra. Ahora sé que esto es cierto y aunque sea difícil de
explicar quisiera contar lo que me sucedió la pasada navidad gracias
a mi buen amigo Anás y a su pequeño hijo Hamid.
Desde
que me divorcié hace tres años, las navidades han sido mucho mas
frías para mí. Con gran nostalgia pude advertir que la navidad a la
que la mayoría están acostumbrados, es una navidad de luces de
colores parpadeando en escaparates y de mesas repletas para cenar en
familia donde no debe faltar de nada y todo debe estar tan perfecto
como en un anuncio de televisión.
Lo
que está claro es que visto así, los divorciados no tenemos cabida
y mucho menos los inmigrantes, como Anás, ni ninguna de aquellas
personas que viven solas y no tienen con quien compartir la cena de
ese día. La alegría se torna tristeza al estar lejos de la familia.
Sin
embargo, desde el 24 de diciembre del año pasado estas fiestas
volvieron a ser muy especiales en mi vida. Recuerdo que aquella noche
apenas cené y pensé irme a dormir más temprano que de costumbre.
Deseaba que ese día pasara lo más rápido posible. Antes de ir a la
cama me asomé al balcón para fumar el último cigarrillo del día.
Miré hacia abajo y vi sentado en un banco del patio a mi vecino Anás, que parecía mirar muy fijamente hacia mi balcón y sonreía.
Yo apenas
le conocía. Sólo nos habíamos intercambiado algún que otro saludo
al cruzarnos en el portal. Por eso aquella situación me resultaba
bastante extraña. Tanto es así, que con la excusa de bajar a tirar
la basura, decidí acercarme para averiguar que era lo que le atraía
tanto de mi balcón.
Cuando
estuve cerca del banco donde estaba sentado Anás, pude apreciar que
no era a mi balcón a donde su mirada se dirigía. Miraba más
arriba, a las estrellas, y estaba tan ensimismado y feliz que ni
siquiera me percibió cuando me senté a su lado deseándole buenas
noches.
Anás
sostenía en su mano una carta abierta. Era la carta de un niño,
escrita en un idioma que no entendía. Después de unos instantes,
Anás advirtió, al fin, mi presencia y me saludó. Y era tanta mi
curiosidad que aproveché su saludo para preguntarle qué había allá
arriba que contemplaba con tanta atención. Fue entonces cuando me
habló del pequeño Hamid, su hijo de siete añitos al que hacia casi
un año que no veía.
Hamid
le había escrito una carta, su primera carta y en los ojos de su
padre saltaban lágrimas mientras me lo decía. No se por qué, me
atreví a pedirle que leyese la carta y Anás accedió muy contento y
agradecido pues le gustó mucho la idea de poder compartir con
alguien la primera carta de su hijito. La carta decía así:
¡Hola
papi!
Esta
es la primera carta que escribo y a lo mejor está un poco fea mi
letra. Pero te escribo con todo mi cariño para que sepas que
siempre pienso en ti.
He
oído que allá donde estás se celebra una fiesta por estas fechas
que se llama La Navidad. Le pregunté a la profesora en el cole qué
significa La Navidad y me dijo que hace mucho tiempo en un lugar
llamado Belén nació un niño muy especial y que su nombre era
Jesús.
Jesús
era un niño muy pobre como nosotros, papi. Ni siquiera tuvo un lugar
calentito y limpio donde nacer. Nació en un establo entre animales
y ¿sabes que también fue un inmigrante en un país extraño como
tú? porque no estaba en su tierra sino en un lugar frío y extraño
donde nadie le conocía. Espero que tú no te sientas tan solo como
Jesús, papi. Me ha parecido que La Navidad es triste y no entiendo
bien por qué es una fiesta. Cuando me contaron su historia me acordé
de ti
Te
echo de menos papá, mamá también. Siempre me habla de ti. ¿Cuándo
vas a venir? Ah, también me contó la profesora otra cosa del niño
Jesús ¿Sabes que Jesús aunque era tan pobre tenía una estrella?
Una estrella que nació el mismo día que él. Era una estrella ¡tan
bonita! que las personas que les gusta mirar al cielo por la noche la
quisieron conocer y la siguieron… Y así llegaron hasta donde
estaba Jesús. Y ya Jesús no estuvo solo y recibió comida y regalos
de los seguidores de estrellas.
Papi,
yo creo que a lo mejor todos tenemos una estrella como ese niño
Jesús, ¡Hay tantas¡! Que seguro que hay una para cada uno. Yo ya
elegí la mía y la llamé como yo, Hamid. Cuando mires al cielo la
noche de La Navidad búscala ¿vale papi? Mi estrella brillará para
ti. Y quizás los seguidores de estrellas también la vean y te
traigan regalos y amigos. Será para ti una Navidad como la del niño
Jesús.
Muchos
besitos
Hamid.
Después
de leer la carta no pude hacer más que sonreír mirando al cielo
como hacía Anás. No tenía palabras para expresar lo que aquella
carta me hizo sentir. Le dije a Anás que le invitaba a cenar. Al
principio se sentía cohibido y no quiso aceptar mi invitación pero
le convencí cuando le dije que a su hijo le haría feliz que cenase
con un amigo esa noche. Y cuando estábamos a punto de cenar, de
pronto, me acordé de que el vecino de abajo se había quedado viudo
no hacía mucho y al no tener hijos debía sentirse
muy solo, así que decidí invitarle también y aunque ya estaba
casi dormido me abrió la puerta y se animó y al rato subió con un
botellita de vino.
Tras
la cena, Anás le leyó también a él la carta del pequeño Hamid,
luego salimos los tres a la terraza a mirar las estrellas ilusionados
como si fuésemos tres niños. O ¿por qué no? Tres niños magos. Magos por esa magia de las estrellas que hace que, de repente, nadie
sea ya un desconocido. Esas estrellas que siempre están ahí
brillando cada noche con la misma intensidad para todos, sin
discriminación alguna.
Allá
arriba nada nos puede separar. Ni la distancia, ni la edad, ni el
sexo, la nacionalidad, ni tan siquiera la religión pues fue un
musulmán quien me enseñó el verdadero significado de la Navidad en
aquella mágica noche que coincidió con su primera Navidad y en la
que el cielo volvía a dibujar las mismas estrellas que en la primera
Navidad del mundo. Desde entonces yo también tengo una estrella que lleva mi nombre (por si
me quieres ver te diré al oído el camino: la décimo tercera
estrella a la izquierda mirando hacia el norte) y siento una gran
gratitud porque sé que cualquiera desde cualquier lugar del universo
puede verme brillar junto a las de todos los demás seguidores de
estrellas.
¡Gracias
Hamid por regalarme una estrella y con ella la auténtica Navidad!
Autora: Carmen Marín
Relato ganador del primer premio en el certamen de Gloria Fuertes en Radio Elche en la navidad del 2007.