Hoy es el día de los santos
inocentes. Muchos inocentes han muerto desde aquella matanza de Herodes y
desgraciadamente sigue sucediendo. Quizás hoy en día, no se les mate fisicamente con
armas, pero sí se les hunde en la más absoluta de las miseras o
continuamente se les engaña a través de los mensajes manipuladores de
las sociedades capitalistas. Ahora mismo hay millones de inocentes que
estan pagando las consecuencias de esta dichosa crisis.
Cuando observo las
adversidades que nos rodean por todas partes, no puedo evitar que me
duela el alma y me cuesta comprender que el mundo siga así, con tantos
sufrimientos, con tantas injusticias. Confieso que a veces siento una
gran impotencia y no veo la salida. Creo que todos en alguna
ocasión, hemos vivido momentos similares y nos hemos preguntado ¿Por
qué? ¿Por qué sigue habiendo tanta maldad, tanta codicia en este mundo?
Y sobre todo me viene a la mente otro gran interrogante: ¿Cómo es que
aún seguimos aquí? ¿Cómo es que ante tanta adversidad, la humanidad
todavía existe?
Hace poco, mi hijo mayor descubrió la importancia de la sal en
las comidas. Se me olvidó echar la sal y, lógicamente, el potaje de
lentejas resultó incomible. Cuando le eché un puñado de granitos en su
plato, me dijo muy sorprendido: Mamá, no sabía que la sal cambiase tanto
el sabor. Este insignificante episodio familiar me hizo pensar en una
posible respuesta ante el hecho de que la humanidad aún se mantega viva.
¿Será por la sal como
sucede en las comidas? ¿Será porque esos pocos hombres y mujeres que
verdaderamente aman a los demás, son los que sostienen sobre sus hombros
la poca dignidad que queda todavía?
En más de una
ocasión, cuando lo he visto todo negro, lo que
me ha ayudado a querer seguir
luchando en la batalla de la vida, ha sido encontrarme con la
conmovedora bondad de algunas personas que se han cruzado en mi camino.
Son personas sencillas, normales y corrientes, ciudadanos y ciudadanas de a pie, sin
nombre. Como se suele decir, gente del montón que no destaca, quizás
precisamente por eso, porque la sal para que de sabor no debe verse,
sino permanecer diluida.
Hay una película que
ilustra muy bien lo quiero decir, casi siempre forma parte de la
programación televisiva durante las navidades, se tratra de "Que bello
es vivir" de Frank Capra. En ella, el protagonista George Bailey, un
joven con muchas inquietudes e ilusiones, en lugar de salir de su ciudad
para obtener un futuro con éxito, decide quedarse con la empresa de
empréstitos de su difunto padre. De este modo puede seguir ayudando a la
vecindad a tirar para adelante sin que tengan que pagar altos
intereses, pero eso sí, sin salir el mismo de pobre.
El poderoso y avaro
Sr. Potter, siempre estuvo detrás de quedarse con la pequeña empresa de
los Bailey para enriquecerse más a través de ella, sin importarle
arruinar las vidas de las personas humildes que le solicitasen préstamos.
No sé porqué, pero esto último me suena. Y más todavía les sonará a
todos aquellos que se han quedado sin casas y lo que es peor, sin
posibilidad de tener otra porque tienen que seguir pagando una hipoteca
de una casa que ya ni siquiera poseen. Incomprensible, seguir pagando
por algo que te han quitado y sin que te devuelvan lo que ya se había pagado.
En la
película, como es de esperar, el malo también se quiere salir con la
suya y debido a un despiste del tío de George se pierde una importante
suma de dinero que va a parar a las manos del malvado Sr. Potter. Esta
desafortunada situación lleva a George Bailey a tal desesperación, que
intenta suicidarse tirándose de un puente.Que yo sepa aquí en donde yo
vivo, en la pequeña población de Puerto Real, ya van cinco suicidios
debido a los desahucios y éstos no son personajes de ninguna película.
Menos mal que a veces aparecen angelitos como Clarence, el ángel de
segunda clase que le es enviado a George para demostrarle lo importante
que es su vida para las personas que le rodean y que así recobre las
ganas de vivir. Este tierno personaje aún tiene que ganarse sus alas,
está claro que no son precisamente los más famosos y reconocidos
triunfadores los que cometen las mejores hazañas.
Me estoy acordando ahora de un artículo que escribió en su blog mi
amigo Mariano. Trataba de un pequeño comerciante, un tal Cipriano, que
siempre acostumbraba a dejar comprar al fiado a sus vecinos. Me pregunto
cuantas familias han ido sobreviviendo al final de mes gracias a
personas como él y al mismo tiempo me aterra la frialdad y la falta de
contacto humano que hay en la forma de comprar que impera en la
actualidad. Ya casi todo se obtiene en las grandes superficies
comerciales o por internet, donde no hay otra opción que pagar al
contado o a través de la trampa de las dichosas tarjetas de crédito
(quienes las tengan, claro).
Es muy probable que, aunque no abunden, todavía siga habiendo más de un
Cipriano, o Clarence, o George. Cada vez estoy más convencida de ello,
porque si este mundo sigue girando, a pesar de los pesares, es porque
hay una fuerza que, invisible como la sal, lo sostiene.
Hay una antigua leyenda hebráica que
habla de los Lamed Wufniks, unos hombres buenos que habitan en la Tierra
y que sirven como contrapunto a la maldad congénita de la humanidad. En
su libro de los seres imaginarios, Borges también los menciona y dice
de ellos lo siguiente:
"Hay
en la Tierra, y hubo siempre, 36 hombres rectos cuya misión es
justificar el mundo ante Dios. Son los Lamed Wufniks. No se conocen
entre sí y son muy pobres. Si un hombre llega al conocimiento que es un
Lamed Wufnik muere inmediatamente y hay otro, acaso en otra región del
planeta que toma su lugar. Constituyen, sin sospecharlo, los secretos
pilares del universo. Si no fuera por ellos Dios aniquilaría al género
humano. Son nuestros salvadores y no lo saben."
Sólo espero que estos otros santos inocentes, estos valiosísimos
pilares, nos sigan sosteniendo por mucho tiempo. No puedo más que
agradecérselo a todos ellos en este su día y como desconozco sus
nombres, te lo quiero agradecer a tí que me estas leyendo en este
momento. A tí que compartes mi camino dándole sabor a mis días, ya sea
con un gesto amable, con una sonrisa o simplemente siendo tú, en tu
lucha diaria, con tus altibajos, pero sin darte por vencido o por
vencida. A tí que amas como buenamente puedes, aunque muchas veces creas
que no es suficiente. A ti, que sigues creyendo en la gente y confias en
que este mundo puede cambiar aportando tu granito de arena. Es verdad
que quizás no tengas grandes cosas, pero tienes lo más importante: estas
pendiente de los demás, compartes, sientes, sufres, vives. A ti, que
permaneces en el anonimato y, que quizás inocentemente, sin saberlo, seas
uno de ellos.
Carmen Marín. 28/12/2011